La mujer del viajero en el tiempo

01 diciembre 2009

Es curioso como en raras ocasiones la casualidad quiere que leamos en un corto espacio de tiempo dos textos que se complementan y que permiten que entendamos mejor cada uno. Llevaba unos días posponiendo la crítica de La mujer del viajero en el tiempo y no sé muy bien cómo ayer acabé leyendo parte del libro de ensayo de Borges Otras inquisiciones (que me gustó más que los dos libros de cuentos suyos que he leído, sobre todo porque ¡se entiende!), concretamente el capítulo "La flor de Coleridge".

Borges comienza presentando una teoría de Valéry (y otros), que sostienen que toda la producción literaria de la humanidad es en realidad obra de un único "Espíritu" que se vale de diversas voces y manos para contar una única Historia, de la que todas las demás historias son una parte. El hecho de que varios autores hayan afirmado lo mismo podría verse como prueba de que el Espíritu intenta darse a conocer (Ojo al detalle curioso: esta misma teoría la presenta un personaje secundario de El nombre del viento, premio para quien recuerde cual).

La teoría resulta interesante e incluso divertida, pero es lo de menos. Como en muchos de sus relatos, es una anécdota, un simple punto de partida para que Borges desarrolle su historia. En este caso consiste en relacionar tres obras de tres autores, que van puliendo y mejorando el concepto de la obra de su predecesor, como si el Espíritu fuera cada vez capaz de transmitir con más precisión lo que quería contar.

El primer borrador de esta historia sería el siguiente poema de Samuel Taylor Coleridge:
What if you slept?
And what if, in your sleep, you dreamed?
And what if, in your dream, you went to heaven
And there plucked a strange and beautiful flower?
And what if, when you awoke, you had that flower in you hand?
Ah, what then?
Llamar borrador a este poema es un insulto, pero bueno. El segundo borrador sería La máquina del tiempo de Wells. que recoge y transforma la ancestral tradición de prever el futuro. El protagonista viaja físicamente al futuro y al escapar casi muerto de vuelta al presente sólo trae consigo una flor. Precisamente una flor, redibujando por tanto la imagen de Coleridge:
Más increíble que una flor celestial o que la flor de un sueño es la flor futura, la contradictoria flor cuyos átomos ahora ocupan otros lugares y no se combinaron aún.
La tercera versión sería la novela inconclusa de Henry James, The sense of the past. En ella la prueba del viaje no es una flor, sino un cuadro del siglo XVIII que fascina al protagonista (del siglo XX) por el parecido que guarda consigo mismo. A base de compenetrarse con la época en que fue pintado el protagonista consigue trasladarse a ella, conoce al pintor y lo obliga a retratarle. Así, la prueba del viaje es igualmente la causa del mismo, consiguiendo un efecto cíclico en el que la causa sigue a la consecuencia mucho más logrado que la novela de Wells, relativamente lineal.

Pero el proceso de corrección de una obra puede ser infinito, y en caso de que todos los autores sean uno, es difícil creer que la evolución termine en la novela de James. Imaginad que el protagonista, en lugar de enfocarse en una época determinada, en una única fascinación, padeciera una afección genética que le hiciera viajar en el tiempo de forma involuntaria, y que se viera más atraído por los acontecimientos o personas que marcaron o marcarán su vida: la muerte de su madre, su futura mujer, ... En lugar de un único ciclo tendríamos decenas, cientos de ellos, entrecruzándose y siendo causas y efectos unos de otros. Tendríamos, en resumen, la vida de Henry, protagonista de La mujer del viajero en el tiempo.

Éste es el argumento del libro, pero no el tema principal. A diferencia de la mayoría de libros de viajes en el tiempo, en éste el hilo conductor no son los propios viajes, sino la relación entre Henry y Clare (su mujer, coprotagonista del libro). Audrey Niffenegger se salta todas las convenciones del género y ofrece al lector la posibilidad de redescubrirlo desde otro punto de vista.

La autora resuelve de forma bastante correcta la mayoría de las paradojas temporales, con algún caso concreto en el que hace trampas (oculta el incidente de la jaula hasta que lo cuenta un Henry del futuro, no llega a saberse de donde viene el Henry que hace añicos la cocina del apartamento, y corta la escena del aparcamiento para no mostrar las consecuencias).

Lo que no resuelve tan bien son las consecuencias. Clare conoce a Henry (bueno, a varias versiones de Henry con distintas edades) cuando es sólo una niña, mientras que Henry conoce a Clare cuando tiene 28 años. Esto debería hacer que la actitud de uno y otro fuera diferente en las diversas etapas de su relación en función del grado de intimidad que tuvieran con el otro. Esta es precisamente la gracia del libro y Niffenegger no siempre consigue mostrarlo, especialmente con Henry, excusándose en su apetito sexual (puyita para todos los hombres) para justificar que no esté intimidado más allá de las primeras citas. Posteriormente, cuando la relación se equilibra, se quita el sexo de en medio.

En general, el punto más flojo del libro es la uniformidad de las voces. El libro está narrado bajo dos puntos de vista, y no siempre son diferenciables, especialmente el de Clare (al menos Henry a veces está solo, Clare prácticamente siempre está con él), no se aprecian suficientemente las diferencias entre ambos personajes, y muchas veces me sorprendí leyendo en tercera persona algo que hacía el personaje que pensaba que estaba narrando. Tampoco se aprecia bien la evolución de los personajes, concretamente la furia y agresividad de Henry en varios períodos de su vida. Como siempre se controla cerca de Clare, pues nada, nos quedamos sin verlo furioso. Clare, por su parte, debería parecer más deprimida en algunos momentos, pero a mí no me da esa impresión.

El otro problema que me encontré fue que me resultó difícil empatizar con las motivaciones de los personajes, no estoy en un momento de mi vida en el que busque formar una familia. Pero eso es culpa mia y no del libro.

Por lo demás, es una historia que trata de los problemas y sentimientos que todos tenemos, escrita con un lenguaje sencillo, con sus escenas de acción y sus conversaciones profundas. Una trama bastante bien construida y que supone una evolución del género: no hace falta salvar el mundo, a veces basta con tratar de encontrar tu lugar en él y ser feliz.

La duda que me queda es cual será la quinta versión. Dentro de otros cincuenta años lo veremos.

Otras críticas en:

- Revista Gigamesh, por Ignacio Illarregui.

- Memorias de un friki, por Iván Fernández.

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