Estadísticas y propósitos para ¿Alechia?

30 diciembre 2009

Empiezo con los propósitos para el 2010, que son menos aburridos que las estadísticas, y que pese a las fechas en las que estamos no he leído todavía ninguno por ahí:

- Leer al menos 50 libros, 25 cómics y otros 5 libros de no ficción. A ver si este año lo consigo.

- Reseñarlos todos en el blog, aunque sea brevemente, y tratar de llegar a las 150 entradas a lo largo del año. Espero que 10 o 15 se salven de la quema.

En cuanto a las estadísticas, en el poco más de un mes que ha pasado desde que reanimé el blog he escrito 9 entradas, y viendo lo que me ha costado, tengo ciertas dudas de que me sea posible doblar el ritmo como pretendo.

Estas estradas han generado un total de 217 visitas, en su mayoría debidas al spam que he ido haciendo por listas de correo, Facebook, Twitter y en diversos bares entre caña y caña. Pero también debo un importante número de visitantes (un 30%, y un porcentaje aún más grande de visitantes nuevos) a la gente de Literatura Prospectiva, que tuvo el detallazo de enlazar dos de mis artículos: "La mujer del viajero en el tiempo" y "Presentación de personajes en novelas río", ¡muchísimas gracias! Aparte de estas dos entradas que atrajeron más gente, el blog lo leéis habitualmente 10 gatos, así que cuando queráis podéis presentaros, que de los 17 comentarios del blog la mitad son míos.

Evidentemente, el 95% de las visitas vienen de España, y el 90% de Madrid, que es la gente a la que puedo torturar con anuncios del blog. Los visitantes de otras regiones suelen llegar via Google. Aprovecho para enviar un saludo a todos los profesores que mandar leer a sus alumnos La mujer del viajero en el tiempo. Por desgracia para esos alumnos yo no hago resúmenes, síntesis o sinopsis. Me aburría hacerlos cuando me los mandaban en el instituto, así que no pienso hacerlos ahora, si queréis saber de qué va un libro, leedlo. Lo máximo que vais a encontrar aquí son mis impresiones, e igual que vosotros las habéis buscado también puede hacerlo vuestro profesor. Sí, ya sé que la vida no es justa.

Y un último detalle: el 60% de mis visitantes usáis Firefox (bien por vosotros), lástima que ese sea también el porcentaje de usuarios de Windows. Me da la impresión de que el perfil de mis lectores es bastante friki :)

Cartero

29 diciembre 2009

-Bueno, lo mismo da. Una vez que los dejes atrás comenzarás a acercarte, si ése es tu deseo y tu esperanza, a un tipo de conocimiento muy querido de tu corazón. Entre otras cosas, verás que no eres la primera persona a la que la conducta humana ha confundido, asustado, y hasta asqueado. Te alegrará y te animará saber que no estás solo en ese sentido. Son muchos los hombres que han sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú. Felizmente, algunos de ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá algún día de ti si sabes dejar una huella. Se trata de un hermoso intercambio que no tiene nada que ver con la educación. Es historia. Es poesía.

Esta cita de El guardián entre el centeno expresa la que para mí es una de las sensaciones más maravillosas de la lectura: la empatía con un personaje, e incluso con un autor a través de uno de sus personajes. No es fácil que esta relación escritor-lector se establezca, puesto que no se debe tanto a que el personaje pase por experiencias similares como a que tenga sentimientos parecidos a los nuestros, y para eso el personaje tiene que estar muy bien construido.

Éste es uno de los puntos más fuertes de Bukowski, la capacidad de crear un personaje con el que resulta fácil identificarse a pesar de que es difícil ser tan autodestructivo como él. Y es que Henry Chinaski, alter ego de Bukowski y protagonista de las novelas del autor (de corte autobiográfico, aunque la verosimilitud de los hechos es dudosa), vago, conformista, desaseado, fumador, mujeriego y alcohólico, resulta un personaje real y creíble. Todos hemos tenido momentos en los que nos hemos sentido derrotados, simple y llanamente sobrepasados, y la crudeza con que Chinaski relata sus experiencias, sin autocrítica alguna pero también sin autocompasión o autocomplacencia tienen que calar necesariamente en el lector.

Las virtudes de Bukowski son claras: su estilo directo (y duro), sin concesiones estilísticas o morales, la tremenda fuerza de las imágenes que muestran sus palabras y la pasión de las anécdotas que cuenta que contrastan con la desidia del protagonista.

Las novelas de Bukowski están narradas en primerísima persona, y con ello quiero decir que los personajes secundarios no tienen la menor importancia, no son presentados apenas, ni definidos, aparecen y desaparecen bruscamente de la trama, son simples piezas de decoración, elementos de un escenario en el que lo único importante es Chinaski y su miseria. Y se sostiene porque en ocasiones los ojos del protagonista nos muestran un rasgo hermoso de otro personaje, que lo hace real y humano. Y porque mientras, página tras página, sufrimos con Chinaski, nos emborrachamos con él y hasta lloramos con él, en parte anhelando y en parte odiando que termine el libro.

Cartero fue la primera novela de Bukowski, que le hizo merecedor de numerosas alabanzas por mostrar la cara oculta del sueño americano, y de multitud de críticas por su estilo, denostado por no ser precisamente académico. De las tres novelas suyas que he leído (las otras dos son La senda del perdedor y Mujeres) ha sido la que menos me ha encantado porque se centra en su trabajo. Me impactaron mucho más las interacciones con otras personas que son el eje de las otras dos novelas, aunque no sé si Cartero me habría gustado más o menos si no conociera el personaje de antes.

Evidentemente, recomiendo este libro a cualquiera que no haya leído a Bukowski (ha quedado claro que es uno de mis escritores favoritos, ¿no?), puesto que es mucho lo que se puede aprender de él. Resulta curioso ver cómo es capaz de transmitir mayor desolación obligando a Chinaski a ir a trabajar un día más que otros enviando a su héroe a luchar contra un dragón.

El valor de un libro (I)

21 diciembre 2009

Esta serie de entradas parte del que considero uno de los textos más destacables de la historia del ensayo literario: el prefacio de Oscar Wilde para la segunda edición de El retrato de Dorian Gray.

Dicho prefacio, escrito para tratar de acallar el aluvión de críticas que había recibido el libro por su inmoralidad, nos muestra algunas de las opiniones de Wilde acerca del arte, los artistas y el proceso de creación artística, y las interpretaciones que de cualquier obra pueden hacerse.

No voy a comentar en esta serie todos los temas que se tratan, algunos me los reservo para introducirlos en futuras reseñas. El texto en versión original es el siguiente (incluiré una traducción de los fragmentos a medida que los vaya necesitando):

The artist is the creator of beautiful things. To reveal art and conceal the artist is art's aim. The critic is he who can translate into another manner or a new material his impression of beautiful things.

The highest, as the lowest, form of criticism is a mode of autobiography.

Those who find ugly meanings in beautiful things are corrupt without being charming. This is a fault.

Those who find beautiful meanings in beautiful things are the cultivated. For these there is hope.

They are the elect to whom beautiful things mean only Beauty.

There is no such thing as a moral or an immoral book. Books are well written, or badly written. That is all.

The nineteenth century dislike of Realism is the rage of Caliban seeing his own face in a glass.

The nineteenth century dislike of Romanticism is the rage of Caliban not seeing his own face in a glass.

The moral life of man forms part of the subject-matter of the artist, but the morality of art consists in the perfect use of an imperfect medium. No artist desires to prove anything. Even things that are true can be proved.

No artist has ethical sympathies. An ethical sympathy in an artist is an unpardonable mannerism of style.

No artist is ever morbid. The artist can express everything.

Thought and language are to the artist instruments of an art.

Vice and virtue are to the artist materials for an art.

From the point of view of form, the type of all the arts is the art of the musician. From the point of view of feeling, the actor's craft is the type.

All art is at once surface and symbol. Those who go beneath the surface do so at their peril.

Those who read the symbol do so at their peril.

It is the spectator, and not life, that art really mirrors. Diversity of opinion about a work of art shows that the work is new, complex, and vital.

When critics disagree the artist is in accord with himself.

We can forgive a man for making a useful thing as long as he does not admire it. The only excuse for making a useless thing is that one admires it intensely.

All art is quite useless.

Aparte de la sentencia final, la frase que más me llamó la atención en su momento es ésta:

No existen libros morales o inmorales. Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo.

Demoledora. En el fondo, las divisiones en metagéneros, géneros, subgéneros y demás clasificaciones son supérfluas. La única división que importa es la que existe entre los buenos libros y los malos. La esencia de un libro es su calidad literaria.

Parece evidente, ¿verdad? Se supone que cualquiera es capaz de recordar y diferenciar entre los bodrios que ha dejado a medias y los libros que devoró en uno o dos días. Se supone también que, pasado el tiempo, cualquiera es capaz de distinguir los libros que le han causado impresión de los que ha olvidado.

Y, sin embargo, cuántas veces se alaba un libro por su final inesperado o sorprendente, o por lo bien que encajan las piezas, y cuántas más he oído criticar un libro por tener un final que consideran previsible, o simplemente triste. Son muchísimos los autores (de best-sellers, en general) que basan su éxito en este criterio de un gran número de lectores, que no se fijan en lo bien o mal escrito que esta el final sino en los sorprendente que es o deja de ser.

Un fenómeno aún más preocupante es el de los libros que no se consideran suficientemente buenos para el público adulto y que por ello se recomiendan como aptos para lectores más jóvenes. Si hay una obra que encaja perfectamente en esta definición es Dragonlance. He leído innumerables veces en foros de fantasía comentarios de fanes de la saga en los que reconocen que al volver a leerla pasados los años se dieron cuenta de lo flojos que son los libros, pero aún así siguen recomendándola, pero advirtiendo que sólo a menores de 14 o 16 años. Así nos va. Un buen libro infantil o juvenil debería ser primeramente un buen libro, y después tener una temática o lenguaje accesible a niños y adolescentes. Pero que sea un buen libro, y los de la Dragonlance no lo son ni de lejos.

Evidentemente, es fácil quedar fascinado por El Señor de los Anillos y querer leer más historias de elfos y magos y dragones y orcos y demás razas, o de héroes que acaban con sus enemigos a espadazo limpio; pero no debería ser a costa de leer libros que toman los elementos de ambientación y dejan fuera todos los valores literarios: la construcción de personajes, el ritmo narrativo, la coherencia interna, ... porque los seres humanos somos cómodos por naturaleza, y es probable que el niño que empieza con Dragonlance, siga con El elfo oscuro, Añoranzas y pesares o La rueda del tiempo, o cualquier otra saga de calidad similar, y pase años instalado en la mediocridad.

Quizá parezca una exageración, pero creo que los casos son muy numerosos. Recuerdo especialmente a los chavales que publicaban sus fanfics en el foro de Elfenomeno (hace mucho tiempo), casi todos cortados por el mismo patrón: idéntica temática, mismas expresiones, que no entendía de dónde podían haber sacado... hasta que leí las Crónicas de la Dragonlance, claro. Y auguro un futuro similar para todos los jóvenes que son ahora fans de Crepúsculo, y que saltarán a las novelas de Anne Rice, y que escribirán historias de amor de vampiros que ya no serán depredadores sino luciérnagas.

Sirva como prueba la lista de libros fundamentales de fantasía de Sedice, en la que aparecen la saga de Terramar en el 8º puesto, Crónicas de la Dragonlance en el 9º, Tigana en el 10º, la Trilogía del Elfo Oscuro en el 18º, Añoranzas y pesares en el 21º, El ciclo de la Puerta de la Muerte en el 24º, y no sigo porque me estoy poniendo enfermo. Todos estos libros (y alguno más de la lista que no he mencionado porque ni siquiera lo he leído) me parecen más que prescindibles y están entre los libros recomendados para entender el género sólo porque "son entretenidos para los niños". Hay libros infinitamente superiores que son igual de entretenidos e igual de accesibles para los jóvenes, pero no te hacen lamentar haber perdido el tiempo con ellos años después.

Teniendo presente la ley/revelación de Sturgeon:

Ninety percent of everything is crud

Conviene esforzarse un poco y tratar de leer y recomendar ese 10% que merece la pena.

El precio de los libros

Si hay algo que siempre hace un lector asiduo español cuando visita un país extranjero cuya lengua domina lo suficiente es comprar libros. Nunca falla. Aparte de razones secundarias relacionadas con tener algún recuerdo del viaje, hay dos motivos principales que saltan a la vista con una simple comparación:

Zen in the art of writing (Ray Bradbury) -> 5.99Ł
Windhaven (George RR Martin & Lisa Tuttle) -> 5.99Ł
Man in the high castle (Philip K Dick) -> 8.99Ł
Perdido Street station (China Mieville) -> 7.99Ł

Zen en el arte de escribir -> 12.26€
Refugio del viento - descatalogado
El hombre en el castillo -> 15.2€
La estación de la calle Perdido - descatalogado

El segundo bloque es el resultado de una serie de búsquedas por las webs de las tiendas Cyberdark, FNAC y Casa del libro, con la ayuda de la Base de datos de libros editados en España. El primero es el resumen de los libros que compré en el Forbidden Planet de Londres, tienda que me hará mirar de otra forma las tiendas especializadas que tenemos en España (concretamente como si fueran puestuchos de venta). Por un total de 31.83€ conseguí 4 libros de los cuales:

- 2 están descatalogados en España. Refugio del viento fue publicado en 1988 y creo que ninguna editorial ha conseguido hacerse con los derechos para una reedición. Gigamesh, que viene publicando los libros de Martin, acaba de publicar Sueño del Fevre (¡menos mal que dan señales de vida! creo que es el único libro que han publicado en todo 2009...) y tiene en preparación El rag del Armagedón, pero de éste no tengo noticias. La estación de la calle Perdido fue editado por La Factoría de Ideas en 2001 y reeditado en Puzzle en 2006, estando ambas ediciones descatalogadas, agotadas o inencontrables.

- El precio de los otros dos en sus ediciones españolas es de 27.46€, frente a los 16.46€ de la edición inglesa, lo cual supone un incremento del 67% en el precio (que no en el valor, aunque de traducciones ya hablaré otro día).

Este segundo punto es el que más me preocupa. Con un ritmo medio de lectura de un libro por semana, el costo añadido a lo largo de un año supondría alrededor de 200€ para el lector español. Y eso que he tomado como muestra 4 libros que me interesaban, y no consideré alguna de las sagas vandalizadas por Timun Mas o La Factoría de Ideas, por poner dos ejemplos.

A estas altura resulta gracioso ver como las editoriales españolas incluyen entre los argumentos para justificar la diferencia de precio dos que son completamente falaces:

- El coste de adquisición de los derechos de autor. Porque, evidentemente, el resto de las editoriales del mundo no los pagan.

- El coste de la traducción, que, como todo el mundo sabe, está tan bien pagada en España que justifica que un cómic francés cueste la mitad en Inglaterra que en España.

Hay otros aspectos que sí que contribuyen a encarecer los libros en España, como el tamaño de las tiradas, que al ser menores hacen que el coste unitario de cada libro sea mayor. Pero el principal problema que tenemos los lectores españoles son las editoriales españolas y su enfoque: han convertido los libros en artículos de lujo.

En realidad estas dos razones están muy relacionadas. Al ser más caros, se venden menos, por lo que las tiradas deben ser menores. Y como las tiradas son más cortas, intentan obtener mayores beneficios unitarios de cada ejemplar aumentando el precio. La pescadilla que se muerde la cola.

Y, si bien es cierto que los libros de bolsillo en España son de mayor calidad, con un papel mejor, una tinta que resiste el contacto del dedo, unos márgenes más cómodos para la lectura, etc ¿Es realmente necesario? Un libro es un objeto de consumo mayoritariamente de un solo uso. Poca gente relee libros, y algunos más los hojean de vez en cuando en busca de una referencia o un fragmento en concreto, pero lo más normal es que un libro leído acabe olvidado en una estantería.

Es un punto importante: un libro es un objeto consumible por definición. La utilidad de un libro es ser leído. A lo largo de los años hemos ido adquiriendo la mentalidad de que los libros son también objetos de adorno, no sé si por culpa de las editoriales o de los lectores (para algunos nuestra biblioteca es uno de nuestros mayores tesoros), pero es esta forma de pensar la que nos ha llevado a esta situación.

Una situación en la que un libro resulta inaccesible para un niño, por no hablar de un cómic de 48 páginas que se lee en 15 minutos y cuesta 10€... En Japón los mangas cuestan la décima parte y los niños los devoran, con lo que los adultos siguen leyéndolos y comprándolos, pero los europeos sólo se fijan en la consecuencia y tienen envidia de las cifras de ventas japonesas. Con los libros pasa lo mismo, aunque con una diferencia algo menos escandalosa, las editoriales están consiguiendo eliminar su público objetivo del futuro.

Por suerte, estamos asistiendo a un cambio de paradigma con la llegada de los ebooks. Por lo que he leído en los últimos meses, las editoriales no se dan cuenta y siguen pensando en los libros como artículos de lujo, pero los libros en formato electrónico carecen de cualidades ornamentales o emocionales, son simples cadenas de bits por las que nadie sentiría el menor aprecio. Y, aún así, pretenden venderlos a 10€ (calculan que la mitad del precio de un libro normal), más de lo que cuesta un libro normal en Inglaterra o Estados Unidos, y mucho más de lo que costará un ebook allí, trasladando los incrementos de precio debidos al coste unitario y la mayor calidad a un formato que no entiende de limitación de copias y en el que la calidad vendrá dada por el lector, no por el archivo.

Si hay suerte, tendremos paperbacks cutres y baratos en España dentro de pocos años porque será el único formato en el que los libros de bolsillo puedan competir con los digitales (creo que no soy el único que echa de menos Byblos). Los libros de tapa dura seguirán existiendo, pero se acabarán los cientos de formatos intermedios que se venden ahora como "bolsillo" y que son simples excusas para vender los libros más caros.

Cuando el panorama editorial haya cambiado, recordad que lo leísteis primero aquí :P

Presentación de personajes en novelas río

04 diciembre 2009

Lo primero que habría que hacer es saber qué es una novela río. Desgraciadamente no creo que exista una definición canónica o siquiera aceptada generalmente. Parece que el término viene del francés "roman-fleuve" y se refiere a las historias de una serie de personajes hiladas por una relación entre ellos: relación con un personaje central, pertenencia a una misma familia, pueblo o nación... En estos casos, cada historia es una unidad narrativa independiente y suele desarrollarse cada una en un libro, aunque se puede apreciar una cierta unidad al examinar el conjunto de forma global. El ejemplo más destacable sería En busca del tiempo perdido de Marcel Proust.

Sin embargo, en la literatura fantástica más reciente ha aparecido un tipo ligeramente distinto de novela río: aquella en la que se cuenta la historia de varios personajes protagonistas cada uno de la suya de forma simultánea, entremezclando y entrecruzando sus tramas, con un desenlace común en el que se verán involucrados varios o todos los personajes. La complejidad hace que las historias habitualmente se extiendan a lo largo de varios libros, pero siempre con un protagonismo compartido. Un ejemplo preeminente de esta variedad es la aún inconclusa Canción de hielo y fuego de George RR Martin.

Básicamente, el primer tipo sería un largo río, mientras que el segundo es más corto y con numerosos afluentes, lo cual lo hace más caudaloso en su tramo final.

El objetivo de ambos tipos de novela río es mostrar una imagen mucho más completa que la que se podría mostrar de forma realista con un único punto de vista. Existe un numero limitado de lugares que puede visitar, o tareas que puede desempeñar, o personas que puede conocer un solo personaje. Para mostrar una sociedad o un mundo, sea real o inventado, de forma más completa se hacen necesarios varios exploradores.

Aunque el objetivo de ambas variantes es el mismo, las herramientas que deben usar para alcanzarlo son completamente diferentes. Me centraré únicamente en el tratamiento de los personajes, puesto que me ha llamado la atención que algunos autores tienden a olvidar el tipo de novela río que están haciendo.

En el primer caso se pueden utilizar los mismos métodos que en las novelas convencionales. Al fin y al cabo cada historia tiene un único protagonista y se trata como una novela independiente. El autor puede tomarse el tiempo que necesite para situar al protagonista en su entorno, describirlo y ponerlo en marcha. Sólo tiene que cuidarse de no perder de vista el hilo que une esa novela a las demás.

El segundo caso es más peliagudo. Al alternarse las historias de varios personajes, si el autor se toma 40 o 50 páginas para definir cada personaje, y la novela tiene 5 o 6 protagonistas, el lector se enfrentará a una introducción de unas 250 páginas. Una losa muy difícil de levantar. Por eso se tienden a emplear dos técnicas diferentes, que compararé utilizando dos ejemplos, porque esto en realidad es una crítica cruzada encubierta: La estrella de Pandora vs Juego de Tronos.

En La estrella de Pandora, Peter F. Hamilton opta por emplear capítulos largos (20-30 páginas) en todo el libro, introduciendo los personajes de forma progresiva. Empieza describiendo y situando un personaje, continua describiendo y situando otro personaje, sigue describiendo y situando otro personaje, ... y después de varios reinicios, sigue un rato contando las historias de los personajes que ha introducido, hasta que pone en espera la trama para, sí, describir y situar un nuevo personaje. El problema no es únicamente que destroce el ritmo de la novela, sino que al estar los personajes poco relacionados unos con otros inicialmente, el lector se olvida de quiénes son hasta que recuperan el protagonismo. Esto es especialmente notable cuando invierte 25 páginas bien entrada la segunda mitad del libro para contarnos toooda la vida de un personaje completamente alejado de todos los demás. La consecuencia es que se genera confusión en el lector y se dificulta mucho la inmersión en el libro.

Lo que le pasa a Hamilton es que se olvida del tipo de novela río que está escribiendo. Se limita a compaginar el tiempo de las diferentes tramas, pero no se fija en el ritmo de la trama global. Presenta a los personajes como si estuvieran cada uno en su novela, lo cual sólo se puede hacer si cada uno estuviera en su novela. Estaríamos hablando de una novela río del primer tipo.

En Juego de tronos, Martin emplea una aproximación completamente diferente. Los capítulos son más cortos a lo largo de todo el libro, pero en los primeros es exagerado (6-10 páginas). El autor se limita a dar rápidos brochazos de cada personaje, tardando mucho más en conseguir definirlos, pero haciéndolo de forma progresiva y casi simultánea (algunos antes que otros, porque la historia los necesita antes). El resultado es una historia conjunta con una sensación de unidad mucho mayor, no son varias historias relacionadas, es una historia contada por partes.

Martin utiliza un truco para facilitar al lector conocer a los personajes. Mientras que Hamilton presenta a cada personaje en un punto de partida distinto, Martin se las apaña para juntar a la mayoría de ellos en un castillo, lo cual les permite interactuar, aparecer en la historia aun cuando no son ellos los protagonistas, estar presentes de forma más continuada, ayudando al lector a retener sus características.

Pero el verdadero truco no es ése, sino aprender de los mejores. Una de las influencias más claras, y más reconocidas por Martin es Mervyn Peake. No Tolkien, como se empeñan en preguntarle en todas las entrevistas, sino Peake, cuya bilogía de Gormenghast podría ser considerada también una novela río (sí, ya sé que es una trilogía, pero Titus Solo es tan malo que me da pena estropear los otros dos incluyéndolo).

En Titus Groan, Peake presenta sus personajes de forma espectacular. El comienzo del libro es un prolongado plano-secuencia de capítulos fulgurantes en cada uno de los cuales se presenta un personaje, se da su nombre y su puesto en el castillo (por el cual queda completamente definido) y se le muestra desempeñando sus tareas, terminando con una conversación con otro personaje, que toma el relevo de la narración. De esta forma, en pocas páginas nos hacemos una idea de quién es quien en el castillo. Impresionante, hay que leerlo para poder entenderlo. Y Martin aprendió de ello y lo aplicó.

En Gormenghast, Peake riza el rizo. Invierte más de 100 páginas en presentar a todos los profesores de la escuela, sólo para que en el verdadero punto de comienzo de la historia, una fiesta a la que están todos invitados el lector los conozca y entienda las particularidades de cada uno. Habitualmente consideraría un rodeo así un crimen, pero lo hace con tanta sutileza y de forma tan espectacular que el lector sólo puede sonreír al darse cuenta.

Por detalles como estos, La estrella de Pandora será un libro olvidado dentro de cinco años, Juego de tronos marcará la literatura fantástica durante medio siglo y Titus Groan es una de las mejores obras del siglo XX. Ahí queda eso, que no se diga que sólo hablo mal de libros.

En defensa de los derechos fundamentales en Internet

02 diciembre 2009

Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que:

  1. Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.
  2. La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.
  3. La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.
  4. La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.
  5. Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.
  6. Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.
  7. Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.
  8. Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red, en España ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.
  9. Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.
  10. En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.
(via Microsiervos y otros cientos de miles de sitios).

La red no necesita Vigilantes. Y la cultura no necesita derechos de autor, y menos tan desproporcionados como son ahora mismo.

La mujer del viajero en el tiempo

01 diciembre 2009

Es curioso como en raras ocasiones la casualidad quiere que leamos en un corto espacio de tiempo dos textos que se complementan y que permiten que entendamos mejor cada uno. Llevaba unos días posponiendo la crítica de La mujer del viajero en el tiempo y no sé muy bien cómo ayer acabé leyendo parte del libro de ensayo de Borges Otras inquisiciones (que me gustó más que los dos libros de cuentos suyos que he leído, sobre todo porque ¡se entiende!), concretamente el capítulo "La flor de Coleridge".

Borges comienza presentando una teoría de Valéry (y otros), que sostienen que toda la producción literaria de la humanidad es en realidad obra de un único "Espíritu" que se vale de diversas voces y manos para contar una única Historia, de la que todas las demás historias son una parte. El hecho de que varios autores hayan afirmado lo mismo podría verse como prueba de que el Espíritu intenta darse a conocer (Ojo al detalle curioso: esta misma teoría la presenta un personaje secundario de El nombre del viento, premio para quien recuerde cual).

La teoría resulta interesante e incluso divertida, pero es lo de menos. Como en muchos de sus relatos, es una anécdota, un simple punto de partida para que Borges desarrolle su historia. En este caso consiste en relacionar tres obras de tres autores, que van puliendo y mejorando el concepto de la obra de su predecesor, como si el Espíritu fuera cada vez capaz de transmitir con más precisión lo que quería contar.

El primer borrador de esta historia sería el siguiente poema de Samuel Taylor Coleridge:
What if you slept?
And what if, in your sleep, you dreamed?
And what if, in your dream, you went to heaven
And there plucked a strange and beautiful flower?
And what if, when you awoke, you had that flower in you hand?
Ah, what then?
Llamar borrador a este poema es un insulto, pero bueno. El segundo borrador sería La máquina del tiempo de Wells. que recoge y transforma la ancestral tradición de prever el futuro. El protagonista viaja físicamente al futuro y al escapar casi muerto de vuelta al presente sólo trae consigo una flor. Precisamente una flor, redibujando por tanto la imagen de Coleridge:
Más increíble que una flor celestial o que la flor de un sueño es la flor futura, la contradictoria flor cuyos átomos ahora ocupan otros lugares y no se combinaron aún.
La tercera versión sería la novela inconclusa de Henry James, The sense of the past. En ella la prueba del viaje no es una flor, sino un cuadro del siglo XVIII que fascina al protagonista (del siglo XX) por el parecido que guarda consigo mismo. A base de compenetrarse con la época en que fue pintado el protagonista consigue trasladarse a ella, conoce al pintor y lo obliga a retratarle. Así, la prueba del viaje es igualmente la causa del mismo, consiguiendo un efecto cíclico en el que la causa sigue a la consecuencia mucho más logrado que la novela de Wells, relativamente lineal.

Pero el proceso de corrección de una obra puede ser infinito, y en caso de que todos los autores sean uno, es difícil creer que la evolución termine en la novela de James. Imaginad que el protagonista, en lugar de enfocarse en una época determinada, en una única fascinación, padeciera una afección genética que le hiciera viajar en el tiempo de forma involuntaria, y que se viera más atraído por los acontecimientos o personas que marcaron o marcarán su vida: la muerte de su madre, su futura mujer, ... En lugar de un único ciclo tendríamos decenas, cientos de ellos, entrecruzándose y siendo causas y efectos unos de otros. Tendríamos, en resumen, la vida de Henry, protagonista de La mujer del viajero en el tiempo.

Éste es el argumento del libro, pero no el tema principal. A diferencia de la mayoría de libros de viajes en el tiempo, en éste el hilo conductor no son los propios viajes, sino la relación entre Henry y Clare (su mujer, coprotagonista del libro). Audrey Niffenegger se salta todas las convenciones del género y ofrece al lector la posibilidad de redescubrirlo desde otro punto de vista.

La autora resuelve de forma bastante correcta la mayoría de las paradojas temporales, con algún caso concreto en el que hace trampas (oculta el incidente de la jaula hasta que lo cuenta un Henry del futuro, no llega a saberse de donde viene el Henry que hace añicos la cocina del apartamento, y corta la escena del aparcamiento para no mostrar las consecuencias).

Lo que no resuelve tan bien son las consecuencias. Clare conoce a Henry (bueno, a varias versiones de Henry con distintas edades) cuando es sólo una niña, mientras que Henry conoce a Clare cuando tiene 28 años. Esto debería hacer que la actitud de uno y otro fuera diferente en las diversas etapas de su relación en función del grado de intimidad que tuvieran con el otro. Esta es precisamente la gracia del libro y Niffenegger no siempre consigue mostrarlo, especialmente con Henry, excusándose en su apetito sexual (puyita para todos los hombres) para justificar que no esté intimidado más allá de las primeras citas. Posteriormente, cuando la relación se equilibra, se quita el sexo de en medio.

En general, el punto más flojo del libro es la uniformidad de las voces. El libro está narrado bajo dos puntos de vista, y no siempre son diferenciables, especialmente el de Clare (al menos Henry a veces está solo, Clare prácticamente siempre está con él), no se aprecian suficientemente las diferencias entre ambos personajes, y muchas veces me sorprendí leyendo en tercera persona algo que hacía el personaje que pensaba que estaba narrando. Tampoco se aprecia bien la evolución de los personajes, concretamente la furia y agresividad de Henry en varios períodos de su vida. Como siempre se controla cerca de Clare, pues nada, nos quedamos sin verlo furioso. Clare, por su parte, debería parecer más deprimida en algunos momentos, pero a mí no me da esa impresión.

El otro problema que me encontré fue que me resultó difícil empatizar con las motivaciones de los personajes, no estoy en un momento de mi vida en el que busque formar una familia. Pero eso es culpa mia y no del libro.

Por lo demás, es una historia que trata de los problemas y sentimientos que todos tenemos, escrita con un lenguaje sencillo, con sus escenas de acción y sus conversaciones profundas. Una trama bastante bien construida y que supone una evolución del género: no hace falta salvar el mundo, a veces basta con tratar de encontrar tu lugar en él y ser feliz.

La duda que me queda es cual será la quinta versión. Dentro de otros cincuenta años lo veremos.

Otras críticas en:

- Revista Gigamesh, por Ignacio Illarregui.

- Memorias de un friki, por Iván Fernández.