Cartero

29 diciembre 2009

-Bueno, lo mismo da. Una vez que los dejes atrás comenzarás a acercarte, si ése es tu deseo y tu esperanza, a un tipo de conocimiento muy querido de tu corazón. Entre otras cosas, verás que no eres la primera persona a la que la conducta humana ha confundido, asustado, y hasta asqueado. Te alegrará y te animará saber que no estás solo en ese sentido. Son muchos los hombres que han sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú. Felizmente, algunos de ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá algún día de ti si sabes dejar una huella. Se trata de un hermoso intercambio que no tiene nada que ver con la educación. Es historia. Es poesía.

Esta cita de El guardián entre el centeno expresa la que para mí es una de las sensaciones más maravillosas de la lectura: la empatía con un personaje, e incluso con un autor a través de uno de sus personajes. No es fácil que esta relación escritor-lector se establezca, puesto que no se debe tanto a que el personaje pase por experiencias similares como a que tenga sentimientos parecidos a los nuestros, y para eso el personaje tiene que estar muy bien construido.

Éste es uno de los puntos más fuertes de Bukowski, la capacidad de crear un personaje con el que resulta fácil identificarse a pesar de que es difícil ser tan autodestructivo como él. Y es que Henry Chinaski, alter ego de Bukowski y protagonista de las novelas del autor (de corte autobiográfico, aunque la verosimilitud de los hechos es dudosa), vago, conformista, desaseado, fumador, mujeriego y alcohólico, resulta un personaje real y creíble. Todos hemos tenido momentos en los que nos hemos sentido derrotados, simple y llanamente sobrepasados, y la crudeza con que Chinaski relata sus experiencias, sin autocrítica alguna pero también sin autocompasión o autocomplacencia tienen que calar necesariamente en el lector.

Las virtudes de Bukowski son claras: su estilo directo (y duro), sin concesiones estilísticas o morales, la tremenda fuerza de las imágenes que muestran sus palabras y la pasión de las anécdotas que cuenta que contrastan con la desidia del protagonista.

Las novelas de Bukowski están narradas en primerísima persona, y con ello quiero decir que los personajes secundarios no tienen la menor importancia, no son presentados apenas, ni definidos, aparecen y desaparecen bruscamente de la trama, son simples piezas de decoración, elementos de un escenario en el que lo único importante es Chinaski y su miseria. Y se sostiene porque en ocasiones los ojos del protagonista nos muestran un rasgo hermoso de otro personaje, que lo hace real y humano. Y porque mientras, página tras página, sufrimos con Chinaski, nos emborrachamos con él y hasta lloramos con él, en parte anhelando y en parte odiando que termine el libro.

Cartero fue la primera novela de Bukowski, que le hizo merecedor de numerosas alabanzas por mostrar la cara oculta del sueño americano, y de multitud de críticas por su estilo, denostado por no ser precisamente académico. De las tres novelas suyas que he leído (las otras dos son La senda del perdedor y Mujeres) ha sido la que menos me ha encantado porque se centra en su trabajo. Me impactaron mucho más las interacciones con otras personas que son el eje de las otras dos novelas, aunque no sé si Cartero me habría gustado más o menos si no conociera el personaje de antes.

Evidentemente, recomiendo este libro a cualquiera que no haya leído a Bukowski (ha quedado claro que es uno de mis escritores favoritos, ¿no?), puesto que es mucho lo que se puede aprender de él. Resulta curioso ver cómo es capaz de transmitir mayor desolación obligando a Chinaski a ir a trabajar un día más que otros enviando a su héroe a luchar contra un dragón.

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