Aprendiendo a escribir

30 noviembre 2009

Hoy he descubierto la primera lección para triunfar escribiendo literatura fantástica: erradicar de mis acciones, mi memoria y mi conciencia hasta el significado de la palabra "vergüenza".

Sacado de la descripción de Amazon:
The final volume of the Wheel of Time, A Memory of Light, was partially written by Robert Jordan before his untimely passing in 2007. Brandon Sanderson, New York Times bestselling author of the Mistborn books, was chosen by Jordan’s editor---his wife, Harriet McDougal---to complete the final book. The scope and size of the volume was such that it could not be contained in a single book, and so Tor proudly presents The Gathering Storm as the first of three novels that will make up A Memory of Light. This short sequence will complete the struggle against the Shadow, bringing to a close a journey begun almost twenty years ago and marking the conclusion of the Wheel of Time, the preeminent fantasy epic of our era.
(La negrita es mía).

La saga más hinchada de la historia de la literatura por su autor (con un sólo arco argumental), aún más extendida por sus sucesores. 20 años, 14 libros, más de 10000 páginas de tirones de coleta, estiramientos de faldas, celos, vueltas y revueltas. Tomadura de pelo se le queda muy corto.

El nombre del viento

27 noviembre 2009

Cuando empecé a leer El nombre del viento no sabía que era el primer libro de una trilogía. Pese a los numerosos precedentes, no termino de ser capaz de asimilar que 870 páginas no basten para contar una historia, y cuando empiezo a leer más de un kilo(gramo) de páginas con tan buenas críticas me molesta bastante descubrir que es sólo una introducción. Me pasó lo mismo con La estrella de Pandora, pero esta vez ha sido mucho peor porque encima hay un intento de justificación intercalado en la historia:

-Nadie necesita tres días -dijo Cronista con firmeza-. He entrevistado a Oren Velciter. A Oren Velciter, nada menos. Tiene ochenta años, pero es como si hubiera vivido doscientos. Quinientos, si contamos las mentiras. Él fue a buscarme -añadió con un énfasis particular-. Sólo tardó dos días.

(...)

-Pero dime, ¿de verdad es tan inusual lo de los tres días?

Cronista volvió a aparentar seriedad.

-Sí, tres días es bastante raro. Pero... -Su tono de voz ya no denotaba tanta altanería- Pero... -hizo un gesto para expresar lo inservibles que eran las palabras- eres Kvothe.


Oh, vaya, resulta que como es la historia de Kvothe sí que son necesarios tres libros. Todas las demás historias no los necesitan, todas las demás se pueden sintetizar, condensar, resumir, simplificar o directamente eliminar las partes con menor interés, pero la Crónica del asesino de reyes es imposible contarla bien en menos de 3000 páginas. Rothfuss se pasa de listo con esta conversación y, de forma más o menos voluntaria, se pone a sí mismo un reto extraordinariamente complicado: demostrar que no sobra nada de lo que nos va a contar.

Por supuesto, no consigue superarlo. Calculo que se pueden purgar al menos 300 páginas al libro sin que la historia completa se resienta. Empezando con el juego de los dos niveles de narración, aunque puedo considerarlo ambientación y puede ser justificable al final de la saga; y terminando con la última aventura que se cuenta en el libro, que se extiende mucho más de lo conveniente. Mucho más.

Y me da igual que dentro de otras mil páginas y cuatro años el protagonista salga de un aprieto porque recuerde que lleva en un bolsillo de su capa la piedra con la que tropezó en uno de los paseos que se da en este libro. Yo no me voy a acordar y el autor va a tener que recordarlo. Para eso que me ahorre el paseo y me lo cuente directamente cuando llegue el momento. Que al final todas las piezas encajen no justifica que haya 100000 en vez de 1000.

Aparte de la extensión (el mal endémico de la literatura fantástica de los últimos 30 años), el libro carece de otros defectos graves. El autor demuestra conocer bien los arquetipos de la fantasía épica y aunque muchos son reconocibles sabe apartarse de ellos lo suficiente para que no perjudiquen la historia. Esta primera parte de la vide de Kvothe está claramente inspirada en los Cuentos de Terramar, tanto en las características de la magia (me encanta que se haya recuperado el concepto de que los verdaderos nombres de las cosas tienen poder) como en las del personaje principal, e incluso con la Universidad (si Le Guin ya decía que Rowling no había inventado nada y que la historia de Harry Potter era un calco de la que había escrito ella, me pregunto qué dirá de ésta...). Por suerte, Rothfuss parece que va a aprovechar mejor estas ideas que Le Guin, que sinceramente me decepcionó bastante con su saga.

El protagonista es un niño extraordinariamente dotado para todo, pero capaz de acertar y equivocarse casi a partes iguales, lo que unido a un don para meterse en camisas de once varas consigue que la trama tenga emoción y no sólo acción. El héroe sufre, y esto contribuye notablemente a la sensación de realismo que tiene todo el libro. Sin embargo, tratándose de una obra post-Martin no puedo dejar de pensar que la sensación es un poco artificiosa. Los personajes de Canción de Hielo y Fuego pierden una mano, o se quedan paralíticos, o estériles: son consecuencias permanentes, cambios que pasan a formar parte del personaje. Kvothe sin embargo siempre recibe la cantidad de daños justa que se puede curar en función de la situación en la que se encuentra. Increíble, ¿verdad? Pues sí, cuando pasa diez o doce veces ya es envidiable la suerte que tiene, pero cuando haya pasado cincuenta a lo largo de la trilogía no habrá quien se lo crea. Lo malo que tienen las sagas es que los pequeños errores se acumulan por repetición y se convierten en grandes problemas. Lo bueno que tienen es que los lectores casi siempre reiniciamos estos contadores entre tomo y tomo.

El estilo de Rothfuss es muy sencillo y directo, lo que hace que el libro se lea muy rápidamente y enganche muchísimo. A esto contribuye también la adecuada distribución de los acontecimientos a lo largo de la historia, sin largos tramos en los que no sucede nada importante. Relacionado con este punto está la división en capítulos del libro, que utiliza en ocasiones para destacar un determinado acontecimiento que de otra forma podría pasar desapercibido (cambiando de narrador al Kvothe del "presente"), aunque la mayoría de las veces es sólo para introducir una elipsis temporal (habitualmente con salto al presente cuando es más larga de lo normal). Pero otras veces el cambio de capítulo parece totalmente arbitrario, dando la impresión de producirse en mitad de una escena, posiblemente por miedo a que sea demasiado largo, con lo que no siempre el final de un capítulo es el mejor punto para detener la lectura.

No me atrevo a hacer un balance global del libro, puesto que apenas es una introducción en la que Rothfuss se limita a presentar los personajes y ponerlos en el punto de partida, en los siguientes libros veremos si consigue mantener los aspectos positivos y limar los negativos. Tampoco sé si recomendarlo, aunque algo tendrá si lo he leído en tres días, una lástima que deje tantas dudas...

Para terminar un detalle positivo y otro negativo:

- Hay un mapa en las primeras páginas del libro, ¡y no hace falta para nada! Agradezco de vez en cuando no tener que aprenderme la geografía de un mundo para enterarme de una historia.

- Pensé que un autor europeo sería más atrevido, pero parece que nadie se va a atrever a saltarse la convención de castidad de los personajes de literatura fantástica. Rothfuss al menos insinúa, a ver si espabila a su protagonista cuando sea mayor de edad.